Paisanito: «yo sabía que esta mina iba a hacer cosas buenas» (sobre Eva Perón)

eva peron

 

A la salida de una cita de negocios, el prestigioso líder opositor respondió a los requerimientos de la prensa:

Periodismo: Conoció a Evita, en sus 94 años del nacimiento?

Paisanito: La conocí. En esa época yo era ojeador del Barcelona, y fui a ver a un centrohalf de Sarmiento de Junín. Una morochita muy linda se acercó para que la deje entrar a la cancha, que luego llevaría su nombre, y nos colamos. Compré unos caramelos ‘sugus’ y le convidé. Noté que pasaba hambre en su casa, y la contacté con un abogado amigo, el prestigioso Moisés Lebensohn. Hablamos de cosas de la vida, y le dije que alguna vez sería presidente de mi país. Ella, con esos ojitos en donde se han perdido muchos hombres que no la pudieron tener, y la odiaron por eso, me contestó: Si yo llegase a ser Presidente, haría cosas por la gente, Porque de «chorros» hijos de puta, la Argentina tiene muchos. Me asombraron sus palabras, y me dije, «esta mina va a hacer cosas buenas, si le tocase llegar». Así que le di mi famosa bufanda, la que me dio el Principito (el General me la devolvió en Puerta de Hierro, en aquellos encuentros míticos con Khadafy) «porque con esa bufanda vas a poder recorrer el país, llenar de flores las casas argentinas, y domesticar a un zorro viejo que en realidad podrás convertir en un perro bueno».

Periodismo: Volvió a verla, alguna otra vez?

Paisanito: Sí, ella estaba trabajando en su Fundación, y me reconoció entre la gente. (Uno de mis hijos no reconocidos le había ido a pedir trabajo para la madre, y la mujer me mandó a buscarlo) Me dijo que esperara que en un rato hablábamos. Le digo, eran las 10 de la mañana. Me atendió a las 3 de la madrugada del siguiente día, porque ella trabajaba de veras por la gente. Estaba agotada, pero el brillo de sus ojos denotaba que su cuerpo no le iba a ganar a su alma. Ay, Paisanito, usted siempre del lado de los contra, ¿Por qué no se hace peronista, de una vez? Perón y yo no cabemos en el mismo Olimpo político, señora. Y además Ud. se enamoraría de mi, ¿Y qué hacen los argentinos sin su Madre terrenal? Me miró con esa picardía previa a cuando soltaba una puteada limpia, pero no me dijo nada. Me dio una máquina de coser, un fajo de guita para el pibe, y me pelliscó el brazo. Hágase peronista, Paisano, no sea tan oligarca, a veces. 

En los días previos a su abandono de este mundo, la fui a ver. Yo en esa época manejaba una falsificación de pasaportes para entrar a Saint Terriéns, y le quise dar uno, porque ella, más que nadie, merece estar acá. Me recibió muy delicada y desfalleciente. No me quiso aceptar la documentación. No era cuestión de entrar por la ventana, quien debía entrar por la Puerta Grande. Hablamos de pavadas comunes, y le dije de cuándo iba a venir de visitas a Saint Terriéns. En un momento, llamó a una de sus allegadas, para que me diera algo. Y luego me despidió, Ahora, andá, Paisano, que si te ve el General, se va a poner celoso. No te olvides de los pobres, Paisano, porque vos sos peronista, lo quieras o no.

P: Y qué era lo que le dio la allegada?

P: (con lágrimas en los ojos de garabato maldito) La cajita de los caramelos ‘sugus’, abierta de par en par y su dulce letra que escribía, «Al amigo que me ayudó a creer que podíamos cambiar la historia». ¡¡Esa mujer fue única, por Dios Santo!!

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